miércoles, 6 de diciembre de 2017

La amistad que salva vidas



La amistad es uno de los sentimientos más bellos y poderosos que existen. Dan igual las diferencias o semejanzas que posean dos amigos, ya que la fuerza que les une es superior a todo lo demás. Y esto lo saben muy bien una paloma y una hormiga que, de no conocerse, pasaron a ser dos grandes e inseparables amigas.
Un día la hormiga se vio atacada por una terrible sed y decidió acercarse a una charca cercana para poder saciarla. A pesar de los intentos de la pequeña hormiga para no caer al agua, el tronco sobre el que procuró deslizarse para beber giró con tan mala suerte, que finalmente cayó. ¡Qué miedo sintió la hormiguita, tan pequeña y sin saber nadar en el agua!
Por suerte una paloma pasaba por allí y pudo ver el miedo de aquella hormiguita intentando salir del agua sin ningún éxito. Y, rápida como el mismo viento, se aproximó volando hasta alcanzar a la hormiga con el pico y posarla en tierra firme para ponerla a salvo.
  • Muchísimas gracias paloma. Estaba a punto de ahogarme y tú me has salvado. Te debo la vida – Dijo la hormiga.
  • No me debes nada, todos debemos ayudarnos si estamos en peligro, y tú lo estabas. Seguro que harías lo mismo si se diese la ocasión – Respondió la paloma.
Y aquella ocasión de la que hablaba la paloma en sentido figurado, tuvo lugar no lejos de aquel día. Todo ocurrió cuando un cazador, una tarde de domingo, salió a buscar presas para el almuerzo, con tan mala suerte de encontrarse con la paloma. Pero finalmente, y a pesar de tener a la paloma completamente indefensa y a una distancia perfecta, no pudo darle caza. El cazador, de repente, sintió un dolor en la mano que le llevó a soltar la escopeta de un golpe.
¿Queréis saber qué pasó? Pues que la hormiguita, que desde el día en que fue salvada de las aguas seguía a la paloma sin hacer ruido, pudo comprobar el peligro tan grande en el cual se encontraba inmersa su amiga. Y no dudó en subir por la pierna del cazador hasta alcanzarle la mano y darle un buen bocado.
Gracias a la intervención de la hormiga la paloma pudo escapar y, finalmente, la hormiga pudo cobrar su deuda.
Una deuda que quedó, a partir de entonces, sellada con una amistad eterna.

Rundo y el colibrí



En un bosque había un loro llamado Rundo, que era el hijo del jefe de los loros. Un día, Rundo se encontró con un colibrí que estaba chupando el néctar de unas flores, y cuando vio lo pequeño que era, le causó tanta gracia que comenzó a burlarse de él.
  • ¡Oye, enano! ¿Por qué eres tan chiquitito? Eres casi del tamaño de un saltamontes —le decía Rundo burlándose.
El colibrí no le hizo caso, actuó como si no le escuchara. Terminó de chupar el néctar de la flor y se marchó.
Al día siguiente Rundo volvió a ver al colibrí y de nuevo le dijo:
  • ¡Oye, enano! ¿Por qué eres tan chiquitito? Pareces una hormiga.
Pero esta vez el colibrí se le acercó y le preguntó:
  • Y tú, ¿por qué eres grande?
  • Porque los loros somos grandes —contestó Rundo orgulloso.
  • ¿Y por qué el halcón es más grande que el loro? —Preguntó el colibrí.
  • Creo que…  porque nació así —dijo Rundo, un poco confundido.
  • ¿Y por qué el águila es más grande que el halcón? —Preguntó el colibrí de nuevo.
  • No lo sé —dijo Rundo—, creo que simplemente nació así.
  • ¿Es mejor un halcón que un loro? —Preguntó el colibrí.
  • ¡Claro que no! —Respondió Rundo.
  • Entonces, ¿es mejor un loro que un colibrí? —Preguntó el colibrí.
Rundo no contestó palabra, se sentía un poco avergonzado por sentirse mejor que el pequeño colibrí. En realidad, había otros pájaros más grandes y fuertes que los loros.
Al llegar a su casa, Rundo le preguntó a su padre quién era el jefe de los loros:
  • Padre, ¿los halcones son mejores que los loros?
  • No hijo, ningún pájaro es mejor que otro —le dijo su padre.
  • Pero los loros somos más fuertes y rápidos que otros pájaros y podemos decirles algunas palabras a los humanos —dijo Rundo.
  • Es verdad, pero los otros pájaros también tienen cosas que los hacen especiales —le dijo el padre.
  • Los colibríes no tienen nada de especial, ellos son solo pequeños pájaros y son muy débiles, ni siquiera pueden comer semillas de girasol —dijo Rundo.
El padre miró a Rundo y le preguntó:
  • ¿Sabías que el colibrí es el pájaro que bate sus alas más rápido en todo el mundo?
  • ¿En todo el mundo? —Preguntó Rundo asombrado.
  • Sí, y, además, es el único pájaro que puede volar hacia atrás —le dijo el padre.
  • ¿Hacia atrás? —Preguntó Rundo sorprendido.
  • Debemos respetar a todos los pájaros —dijo el padre—, aunque seamos diferentes todos tenemos cosas que nos hacen especiales.
Rundo estaba muy sorprendido, en realidad ningún pájaro es mejor que el otro. Así que, al día siguiente, fue a buscar al colibrí  y cuando lo encontró se disculpó con él por haberse burlado de su tamaño. El colibrí se contentó mucho y llegaron a ser amigos.
Rundo entendió que todos somos diferentes y tenemos cosas que nos hacen especiales, por eso, debemos respetarnos unos a otros.

El Ratón Tranquilo



Erase un pequeño ratoncito que vivía muy feliz y tranquilo dando vueltas por el bosque. Podía correr de acá para allá con total libertad, y hasta los gatos que de vez en cuando pasaban por allí le respetaban. Pero dicha tranquilidad quedó rota por completo el día en que el ratón se topó con un extraño animal que jamás había visto. ¡Tenía una cabeza alargadísima!
El ratón no sabía que se había encontrado con un oso hormiguero, que a diferencia de él, no parecía muy tranquilo, sino con muchas ganas de actividad y de reírse un poco. Al ratón aquello no le hubiera parecido mal, si no fuese porque aquel oso hormiguero parecía tener ganas de divertirse riéndose de él, que no le había hecho nada a nadie y correteaba siempre tan tranquilo por el bosque.
  • ¿Con lo insignificante que eres, triste ratoncito, aún nadie ha frenado tus carreras por este bosque? ¡Sería tan fácil pisarte!- dijo muy ufano el oso hormiguero.
  • ¿Por qué te metes conmigo? No creo haberte molestado, siempre voy a mi aire por el bosque sin comprometer a nadie y espero lo mismo del resto- le respondió el ratón entristecido.
Pero lamentablemente el ratón no obtuvo ya ninguna respuesta del oso hormiguero, y ante sus molestas risas, decidió poner rumbo a otra parte.
Mucho tiempo después el ratón iba, como de costumbre, paseando y correteando por el bosque cuando, de pronto, escuchó unos ruidos muy fuertes. Rápidamente el ratón acudió a la zona en la que se había escuchado aquella algarabía y pudo ver de nuevo a aquel oso hormiguero que tiempo atrás se había cruzado con él para importunarle.
En esta ocasión era el oso hormiguero el que gritaba y se lamentaba, porque se había encontrado con un gran elefante que había encontrado la diversión en meterse con él. Y el ratón, sin dudarlo un minuto, se subió al lomo del elefante, que con su gran y torpona trompa no lograba escaparse de él.
  • ¿Cómo eres tan grande crees que puedes meterte con otros animales que no son de tu talla? Pues ya ves que no, que de mí no consigues zafarte- exclamó el ratón.
El elefante, que tenía pánico a los ratones, comenzó a correr de un lado a otro despavorido hasta que el pequeño ratoncito decidió dejarle en paz para que huyera, y cuanto más rápido mejor.
Entonces el oso hormiguero, ya a salvo de las burlas del elefante, se sintió muy triste y avergonzado consigo mismo y comprendió que había tenido la misma actitud con él, y hasta pudo sentir su angustia en aquel día…
  • Ojalá puedas aceptar mi perdón. Has decidido ayudarme después de mi mala actitud contigo en el pasado y me has hecho comprender lo necio que fui.
  • No te preocupes, amigo. Supongo que has aprendido que todos tenemos derecho a ser felices y a habitar tranquilos en nuestro hogar, y todo aquel que lo entienda, será mi amigo.

Pinocho

En una vieja carpinteria, Geppetto, un hombre ya anciano muy amable se encontraba terminando un  muñeco de madera.  Le arreglaba los ú...