Un bonito día de primavera, cuando ya el sol iba cayendo en un caluroso atardecer, una blanca paloma se acercó a la fuente del río para beber de su cristalina y fresca agua. Necesitaba calmar la sed despúes de estar todo el día volando de acá para allá. Mientras bebía en la fuente, la paloma oyó unos lamentos.
-¡Socorro! -decía la débil voz-. Por favor, ayúdeme a salir o moriré.
La paloma miró por todaspartes, pero no vio a nadie.
– Rápido, señora paloma, o me ahogaré.
-¡Estoy aquí, en el agua!
– se oyó.
La paloma pudo ver entonces una pequeña hormiga metida en el río.
– No te preocupes- dijo la paloma-, ahora te ayudaré a salir del agua.
La paloma cogío rápidamente una ramita y se la acercó a la hormiga para que pudiera salir del agua. La pobre estaba agotada, un poco más y no lo cuenta. Quedó muy agradecida.
Poco después, mientras la hormiguita se secaba las ropas al sol, vio a un cazador que se disponía a disparar su escopeta contra la paloma. La hormiga reaccionó con rapidez, ¡tenía que impedir como fuese que el cazador disparase a su salvadora!
Y no se le ocurrió otra cosa que picarle en el pie, El cazador, al sentir el pinchazo , dio un brinco y soltó el arma de las manos.
La paloma se dio cuenta entonces de la presencia del cazador y alzó rápidamente el vuelo para elejarse de allí.
¡ Qué bien que la hormiguita estuviese ahí para ayudarla!
Cuando pasó el peligro, la paloma fue en busca de la hormiga para agradecerle lo que había hecho por ella.
Ambas se sentían muy contentas de haberse ayudado, pues eso las uniría para siempre. La paloma y la hormiga supieron entonces que su amistad duraría ya toda la vida.
Había una vez una pareja que desde hacía mucho tiempo deseaba tener hijos. Aunque la espera fue larga, por fin, sus sueños se hicieron realidad.
La futura madre miraba por la ventana las lechugas del huerto vecino. Se le hacía agua la boca nada más pensar lo maravilloso que sería poder comerse una de esas lechugas.
Sin embargo, el huerto le pertenecía a una bruja y por eso nadie se atrevía a entrar en él. Pronto, la mujer ya no pensaba más que en esas lechugas, y por no querer comer otra cosa empezó a enfermarse. Su esposo, preocupado, resolvió entrar a escondidas en el huerto cuando cayera la noche, para coger algunas lechugas.
La mujer se las comió todas, pero en vez de calmar su antojo, lo empeoró. Entonces, el esposo regresó a la huerta. Esa noche, la bruja lo descubrió.
-¿Cómo te atreves a robar mis lechugas? -chilló.
Aterrorizado, el hombre le explicó a la bruja que todo se debía a los antojos de su mujer.
-Puedes llevarte las lechugas que quieras -dijo la bruja -, pero a cambio tendrás que darme al bebé que lleva tu mujer, cuando nazca.
El pobre hombre no tuvo más remedio que aceptar. Tan pronto nació, la bruja se llevó a la hermosa niña. La llamó Rapunzel. La belleza de Rapunzel aumentaba día a día. La bruja resolvió entonces esconderla para que nadie más pudiera admirarla. Cuando Rapunzel llegó a la edad de los doce años, la bruja se la llevó a lo más profundo del bosque y la encerró en una torre sin puertas ni escaleras, para que no se pudiera escapar. Cuando la bruja iba a visitarla, le decía desde abajo:
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
La niña dejaba caer por la ventana su larga trenza rubia y la bruja subía. Al cabo de unos años, el destino quiso que un príncipe pasara por el bosque y escuchara la voz melodiosa de Rapunzel, que cantaba para pasar las horas. El príncipe se sintió atraído por la hermosa voz y quiso saber de dónde provenía. Finalmente halló la torre, pero no logró encontrar ninguna puerta para entrar. El príncipe quedó prendado de aquella voz. Iba al bosque tantas veces como le era posible. Por las noches, regresaba a su castillo con el corazón destrozado, sin haber encontrado la manera de entrar. Un buen día, vio que una bruja se acercaba a la torre y llamaba a la muchacha.
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
El príncipe observó sorprendido. Entonces comprendió que aquella era la manera de llegar hasta la muchacha de la hermosa voz. Tan pronto se fue la bruja, el príncipe se acercó a la torre y repitió las mismas palabras:
-Rapunzel, tu trenza deja caer.
La muchacha dejó caer la trenza y el príncipe subió. Rapunzel tuvo miedo al principio, pues jamás había visto a un hombre. Sin embargo, el príncipe le explicó con toda dulzura cómo se había sentido atraído por su hermosa voz. Luego le pidió que se casara con él. Sin dudarlo un instante, Rapunzel aceptó. En vista de que Rapunzel no tenía forma de salir de la torre, el príncipe le prometió llevarle un ovillo de seda cada vez que fuera a visitarla. Así, podría tejer una escalera y escapar. Para que la bruja no sospechara nada, el príncipe iba a visitar a su amada por las noches. Sin embargo, un día Rapunzel le dijo a la bruja sin pensar:
-Tú eres mucho más pesada que el príncipe.
-¡Me has estado engañando! -chilló la bruja enfurecida y cortó la trenza de la muchacha.
Con un hechizo la bruja envió a Rapunzel a una tierra apartada e inhóspita. Luego, ató la trenza a un garfio junto a la ventana y esperó la llegada del príncipe. Cuando éste llegó, comprendió que había caído en una trampa.
-Tu preciosa ave cantora ya no está -dijo la bruja con voz chillona -, ¡y no volverás a verla nunca más!
Transido de dolor, el príncipe saltó por la ventana de la torre. Por fortuna, sobrevivió pues cayó en una enredadera de espinas. Por desgracia, las espinas le hirieron los ojos y el desventurado príncipe quedó ciego.
¿Cómo buscaría ahora a Rapunzel?
Durante muchos meses, el príncipe vagó por los bosques, sin parar de llorar. A todo aquel que se cruzaba por su camino le preguntaba si había visto a una muchacha muy hermosa llamada Rapunzel. Nadie le daba razón.
Cierto día, ya casi a punto de perder las esperanzas, el príncipe escuchó a lo lejos una canción triste pero muy hermosa. Reconoció la voz de inmediato y se dirigió hacia el lugar de donde provenía, llamando a Rapunzel.
Al verlo, Rapunzel corrió a abrazar a su amado. Lágrimas de felicidad cayeron en los ojos del príncipe. De repente, algo extraordinario sucedió:
¡El príncipe recuperó la vista!
El príncipe y Rapunzel lograron encontrar el camino de regreso hacia el reino. Se casaron poco tiempo después y fueron una pareja muy feliz.
La liebre siempre se reía de la tortuga, porque era muy lenta.
—¡Je, ¡el En realidad, no sé por qué te molestas en moverte -le dijo.
-Bueno -contestó la tortuga-, es verdad que soy lenta, pero siempre llego al final. Si quieres hacemos una carrera.
-Debes estar bromeando -dijo la liebre, despreciativa- Pero si insistes, no tengo inconveniente en hacerte una demostración.
Era un caluroso día de sol y todos los animales fueron a ver la Gran Carrera.
El topo levantó la bandera y dijo: -Uno, dos, tres… ¡Ya!
La liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó atrás, tosiendo en una nube de polvo. Cuando echó a andar, la liebre ya se había perdido de vista.
Pero cuál no fue su horror al ver desde lejos cómo la tortuga le había adelantado y se arrastraba sobre la línea de meta. ¡Había ganado la tortuga!
Desde lo alto de la colina, la liebre podía oír las aclamaciones y los aplausos.
-No es justo -gimió la liebre- Has hecho trampa. Todo el mundo sabe que corro más que tú.
-¡Oh! -dijo la tortuga, volviéndose para mirarla- Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio pero seguro.
-No tiene nada que hacer -dijeron los saltamontes- La tortuga está perdida.
“¡Je, je! ¡Esa estúpida tortuga!”, pensó la liebre, volviéndose
. “¿Para qué voy a correr? Mejor descanso un rato.”
Así pues, se tumbó al sol y se quedó dormida, soñando con los premios y medallas que iba a conseguir.
La tortuga siguió toda la mañana avanzando muy despacio. La mayoría de los animales, aburridos, se fueron a casa. Pero la tortuga continuó avanzando. A mediodía pasó ¡unto a la liebre, que dormía al lado del camino. Ella siguió pasito a paso.
Finalmente, la liebre se despertó y estiró las piernas. El sol se estaba poniendo. Miró hacia atrás y se rió:
—¡Je, ¡el ¡Ni rastro de esa tonta tortuga! Con un gran salto, salió corriendo en dirección a la meta para recoger su premio.
Pero cuál fue su sorpresa al ver desde lejos cómo la tortuga le había adelantado y se arrastraba sobre la línea de meta.
¡Había ganado la tortuga! Desde lo alto de la colina, la liebre podía oír las aclamaciones y los aplausos.
– “¡No es justo! – gimió la liebre – ¡Has hecho trampa! Todo el mundo sabe que corro más que tú.”
– ”¡Oh! – dijo la tortuga, volviéndose para mirarla
– Pero ya te dije que yo siempre llego. Despacio, pero con constancia, al final siempre llego.”
Mis queridos lectores (Mamás ... Papás, Niños....Niñas...Abuelitos....Abuelitas...) y todo aquel que quiera sentirse niño o recordar parte de la infancia Ochentera.....
Remontamos nuestra sección de cuentos hacia esa época en la que Mario Moreno - Cantinflas inició su serie de TV, basada en los Libros Editados y cuyo nombre fue: LOS VIAJES DE CANTINFLAS...donde el mismo personaje viaja a través del tiempo para compartir la historia del Mundo (o al menos una parte de ella) para hacernos comprender que no es tan aburrida y fea.
Aquí una muestra de los capítulos que me daré a la tarea de rescatar....
El anciano Ángel seguía haciendo sus juguetes de forma artesanal. De esta manera lo aprendió de su padre.
Un buen día, Ángel se dio cuenta de que ya hacía mucho tiempo que no vendía ningún juguete, y se puso tan triste que empezó a llorar a cantaros.
-¡qué va a ser de mis queridos juguetes cuando se den cuenta de que los niños ya no quieren jugar con ellos!
Pasaban los días y los juguetes cada vez estaban más tristes.
-¡no os pongáis tan tristes, amigos!-dijeron los ratoncillos del taller-Nosotros os devolveremos vuestro buen humor.
Dicho y hecho.
Aquella misma noche un duendecillo volador, todo vestido de verde, hizo caer sobre los juguetes de trapo una lluvia de polvo de estrellas azules mágicas.
Entonces, los juguetes se pusieron a jugar haciendo una torre uno encima de otro.
¡cuál sería su sorpresa al ver que sus cuerpos no se doblaban sino que eran tan robustos como los juguetes mecánicos!
Al amanecer, el anciano entró en el taller para ver a sus juguetes.
¡Se quedó asombrado!
-Mira abuelito-le dijo el payaso alegre-Vamos a hacer una torre para que veas lo robustos que somos.
-¡esto es un milagro!-exclamó el anciano.
Ese día salieron a la plaza del pueblo, al puesto donde nadie se paraba.
Los muñecos bailaron, jugaron e hicieron la torre.
¡Todos los niños asombrados quisieron llevarse uno de esos juguetes asombrosos!
En un lago del bosque de los helechos, una familia de ranas nadaba feliz para celebrar la llegada de la primavera.
De repente, mamá rana oyó un grito:
-¡Croaaaacc!
Era Grinda, la pequeña de sus criaturas, que se había hecho daño. Tanto ella como el padre rana y todos los hermanos y hermanas se acercaron.
•¿Grinda, qué ha pasado?
La pequeña de la familia se había hecho daño en una de las patitas de atrás y no podía saltar.
O, mejor dicho, podía pero a medias: como sólo podía darse impulso con una pata, cuando daba un salto salía disparada para un lado.
-¿Por qué no pruebas moverla en el agua? -sugirió su hermana mayor.
-¡Buena idea! -añadió el padre. Como en el agua flotarás, la podrás ir moviendo poco a poco sin hacer tanta fuerza y seguro que al final te recuperarás. El problema era llegar hasta el agua.claro, porque no podía saltar hacia delante.
-Pues colócate junto al agua .y da un salto de manera que cuando salgas disparada para el costado vayas a parar directamente al lago -propuso el hermano mediano.
•¡Buena idea! dijo la madre. Como saldrás volando hacia el lado de la patita mala, colócate con la buena en la orilla de la tierra y da un salto que te haga caer en el agua.
Grinda estaba un poco confusa con tantas ¡deas y tantos cálculos, pero como era su familia y estaba segura que se lo decían por su bien, les hizo caso. Siguió las indicaciones que entre todos le daban, y… ¡Saltó hacia el agua!
¡Fue a parar al agua a la primera!
Una vez en el lago intentó nadar como lo hacía siempre, dándose impulso con las dos patitas de atrás. Pero a Grinda le hacía mucho daño y no la podía mover.
Por eso cada vez que hacía el movimiento, salía impulsada hacia un lado.-¡Así no hay manera de que avancemos juntos! -exclamó el padre, preocupado.
Pasó un minuto y a nadie se le ocurría nada. Grinda desanimada y un poco enfadada, levantó una de las patas delanteras y la hundió en el agua con fuerza.
-¡Ey! ¡He avanzado! -gritó contenta.
Sin acabárselo de creer, Grinda levantó la otra patita de delante y repitió el gesto.
¡Y sí! Volvió a avanzar un poco.
Anee la sorpresa de sus padres y de sus hermanos y hermanas. Grinda fue levantando una de sus patitas delanteras y después la otra, y a medida que las hundía en el agua, iba avanzando ¡Había descubierto que con las patitas delanteras también podía nadar!
Emocionada, practicó durante unos minutos alrededor de su familia.
De repente se paró y, mirando una enorme hoja que flotaba a lo lejos, les dijo:
-¿Hacemos una carrera hasta esa hoja? Como seguro que ganaré yo, al que llegue segundo le enseñaré la nueva técnica que he aprendido para nadar.
Y así fue como las ranas aprendieron a nadar crol.
Al lado de sus padres , tres cerditos habían crecido alegres en una cabaña del bosque. Y como ya eran mayores, sus papas decidieron que era hora de que construyeran , cada uno, su propia casa. Los tres cerditos se despidieron de sus papas, y fueron a ver como era el mundo, y encontraron un bonito lugar cerca del bosque donde construir sus tres casitas.
El primer cerdito, el perezoso de la familia , decidió hacer una casa de paja. En un minuto la choza estaba ya hecha. Y entonces se fue a dormir.
El segundo cerdito , un glotón , prefirió hacer la cabaña de madera. No tardo mucho en construirla. Y luego se fue a comer manzanas.
El tercer cerdito , muy trabajador , opto por construirse una casa de ladrillos y cemento. Tardaría mas en construirla pero estaría mas protegido. Después de un día de mucho trabajo, la casa quedo preciosa. Pero ya se empezaba a oír los aullidos del lobo en el bosque.
No tardo mucho para que el lobo se acercara a las casas de los tres cerditos. Hambriento , el lobo se dirigió a la primera casa y dijo:
– ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare!.
Como el cerdito no la abrió, el lobo soplo con fuerza, y derrumbo la casa de paja.
El cerdito, temblando de miedo, salio corriendo y entro en la casa de madera de su hermano. El lobo le siguió.
Y delante de la segunda casa, llamo a la puerta, y dijo:
– ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare!
Pero el segundo cerdito no la abrió y el lobo soplo y soplo, y aunque la casita de madera aguantó mucho más que la casita de paja, al final la casita se fue por los aires.
Asustados, los dos cerditos corrieron y entraron en la casa de ladrillos de su otro hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a comérselos, llamo a la puerta y grito: – ¡Ábreme la puerta!
¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare! Y el cerdito trabajador le dijo:
– ¡Soplas lo que quieras, pero no la abriré!
Entonces el lobo soplo y soplo. Soplo con todas sus fuerzas, pero la casa ni se movió. La casa era muy fuerte y resistente. El lobo se quedo casi sin aire. Pero aunque el lobo estaba muy cansado, no desistía. Después de dar vueltas y vueltas a la casa, y no encontrar ningún lugar por donde entrar, pensó en subir al tejado, trajo una escalera , subió a la casa y se deslizo por la chimenea. Estaba empeñado en entrar en la casa y comer a los tres cerditos como fuera. Pero lo que el no sabía es que los cerditos pusieron al final de la chimenea, un caldero con agua hirviendo. Y el lobo , al caerse por la chimenea acabo quemándose con el agua caliente. Dio un enorme grito y salió corriendo y nunca mas volvió por aquellos parajes. Así los cerditos pudieron vivir tranquilamente. Y tanto el perezoso como el glotón aprendieron que solo con el trabajo se consigue las cosas. Y enseguida se pusieron manos a la obra, y construyeron otras dos casas de ladrillos, y nunca más tuvieron problemas con ningún lobo.
¿Qué podemos aprender de este cuento?
Los valores que trasmite este cuento son validos tanto para niños como para adultos:
Esfuerzo. El cuento claramente nos muestra que el esfuerzo que dediquemos en nuestras tareas nos llevarán al éxito o al fracaso. Los dos primeros cerditos como tienen prisa en ir a divertirse con alguna otra actividad no se esfuerzan en la construcción de sus casas, y por ellos el lobo casi consigue comérselos, pero el otro cerdito que se esfuerza mucho en construir su casita de ladrillos, consigue como recompensa la tranquilidad de que el lobo no podrá entrar en su casa.
Solidaridad. Este segundo valor también es muy importante, los cerditos cuando ven a sus hermanos en problemas, rápidamente los dejan entrar en sus casitas, tanto el cerdito de la casita de madera, como el cerdito de la casita de ladrillos que deja entrar a sus dos hermanos.
Cooperación. Este valor también es muy evidente en el cuento, ya que los cerditos cooperan para poder solucionar el grave problema que tiene, en primer lugar, entre los tres ponen a hervir el agua bajo la chimenea para escaldar al lobo cuando intente entrar, y una vez el lobo se ha ido, entre los tres construyen otras dos casas de ladrillos para que los dos hermanos pueden también vivir tranquilos.
Estos valores es muy importante que los niños los entiendan, por ellos podríamos hacerles estas preguntas:
¿Que tipo de casita te construirías tu si fueras un cerdito? ¿Por qué?
¿Si vieras que viene tu hermanito con el lobo feroz detrás persiguiéndolo le dejarías entrar en tu casita? ¿por qué?