sábado, 17 de marzo de 2018

Pinocho



En una vieja carpinteria, Geppetto, un hombre ya anciano muy amable se encontraba terminando un muñeco de madera. 

Le arreglaba los últimos detalles de pintura para que estuviera listo y se pudiera ir a dormir. 

Cuando terminó de al muñeco como a cada una de sus creaciones decidió ponerle un nombre, “Decidido!! se llamara Pinocho!! – Dijo Geppetto” ya que ese muñeco fue realizado con madera de Pino. 

Entonces, se fue a dormir....pero en su cabeza existía una ilusión: que el muñeco Pinocho, su última creación, tuviera vida y fuera un niño real a quien pudiera quedar y cuidar, con todo su amor. 

Pero oh sorpresa!!! un hada lo escuchó y a Pinocho encantó...le dio vida y cumplió la Ilusión del viejo Geppetto. 

A la mañana siguiente Geppetto no podía creerlo, su muñeco estaba vivo, era un niño de verdad. 

Pinocho se movía, Pinocho se reía, Pinocho caminaba y todo a su alrededor miraba. 

Pinocho también hablaba...sí era como cualquier niño de su edad. 

Así que como cualquier niño normal, a la escuela tenia que entrar y así lo hizo Geppetto....a la escuela lo llevó, para que conviviera con otros niños de su edad y para que aprendiera todo lo que Geppetto a su edad no pudo. 

Pero...Geppeto no contaba con un pilón, pues de un cajón de la carpintería saltó un grillo muy peculiar...sí...Pepe Grillo, en un pliz plaz, saltó del cajón al morral de Pinocho y a la escuela lo acompañó. 

Pepe Grillo, llevaba muuchooo tiempo viviendo en la carpintería y tenía mucha sabiduría, por lo que buenos consejos daría al niño Pinocho.

Sin embargo, ni Pepe Grillo ni Papá Geppetto contaron con que camino a la escuela con unos malos se toparían y que se mofarían de los 3 (del Grillo, del Papá y del niño). 

El tiempo pasó y los niños una mala influencia se volvieron, ya no molestaban a Pinocho pero lo incitaban a no hacer las tareas a no estudiar y ante tal mala actitud, el Hada que le dio vida a Pinocho, decidió castigarlo...un buen día bajó y al instante lo modificó, sacudió su varita mágica y orejas de burro le proporcionó y además un plus sentenció: si sigues en tu actitud, las orejas no desaparecerán y por cada mentira que has de mencionar, tu nariz crecerá y crecerá.....

La sorpresa de Pinocho fue tal, que pudo comprobar que el Hada no mintió y con ayuda de Pepe Grillo revertió el hechizo, siguió por buen camino y siendo buen niño, siendo feliz al lado de Papá Geppetto y de Pepe Grillo su fiel amigo, viendo lo feliz que se puede ser siendo un niño de madera peculiar, siendo obediente como cualquier niño, jugando feliz como cualquier niño y amando a su familia como cualquier niño. 

Y colorín colorado...este cuento se ha terminado. 



La Caperucita Roja



En un lejano poblado había una vez una niña que se llamaba Caperucita Roja. 

Un día su mamá le dijo que fuese a casa de su abuelita porque estaba enferma 

Caperucita debía llevarle  una cesta con chocolate, azúcar, pan y dulces para que asi se recuperase mas rápido.

Antes de partir, su mamá le dijo que tuviera mucho cuidado al entrar en el bosque y no se entretuviese ya que se encontraba el temible lobo feroz. 

Caperucia Roja se fue hacia casa de su abuelita y después de estar caminando, Caperucita se encontró con el lobo, el cual le preguntó a caperucita dónde iba.

Caperucita le dijo que iba a llevar la cesta a casa de su abuela

En ese momento, el lobo le retó a hacer una carrera por dos caminos distintos. El cogería el camino más largo y le dejaría a ella el más corto para darle ventaja.

Caperucita aceptó y comenzó la carrera. Antes de que Caperucita llegase a la casa de la abuelita, el lobo ya había llegado y se había vestido como la abuelita de Caperucita.

Al entrar caperucita vio a su abuela acostada en la cama. Fue entonces cuando se acercó a abrazarla y le dijo:

  • Abuelita, que ojos más grandes tienes.
  • Son para verte mejor. (dijo la abuela)
  • Abuelita, que orejas tan grandes tienes.
  • Son para oírte mejor. (dijo la abuela) 
  • Abuelita, abuelita, que nariz tan grande tienes.
  • Es para olerte mejor. (dijo la abuela) 
  • Abuelita, que boca tan grande tienes…

Y en ese mismo instante, el lobo se abalanzó sobre ella diciendo “¡Es para comerte mejor!”

Caperucita Roja se asustó mucho, tiró la canasta al piso y se echó a correr. 

Durante su huida gritaba (ayuda....ayuda....me come el lobo...ayuda)...gritaba esperando que alguien pudiera escuchar y la viniera a salvar. 

Siguió corriendo lo más rápido que pudo y cuando ya estaba a punto de parar para buscar un lugar donde ocultarse....vió a un cazador, que presuroso se dispuso a ayudarle. 

El cazador le dijo: vete lobo, vete ya, no vengas a molestar o mal la vas a pasar....

El Lobo muy asustado decidió huir y no seguir persiguiendo a Caperucita Roja. 

El cazador acompañó a la Caperuza a su casa, quien estaba muy confundida, pues en teoría a la que debía ver era a su abuelita y no estaba en casa....pero cual fue su sorpresa que al regresar la encontró ahí, como si nada. 

Caperucita Roja se puso muy contenta y le dijo: Abuela, abuela, dónde estabas??

Su Abuelita le dijo: no temas mi amor, que ya estoy aqui, me siento mucho mejor y decidí hacer algo especial para ti. 

De pronto, la Abuela sonrío y al instante apareció un rico pastel de manzana que tanto el cazador, Caperucita Roja y Abuelita compartieron. 

El susto del Lobo ya había pasado y Caperucita aprendió que jamás, jamás en extraños debe de confiar porque los lobos no son de fiar. 

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado....


Los 3 cerditos



Había una vez tres cerditos muy simpáticos a los que les gustaba mucho jugar en los prados y estar con otros cerditos. 

Un día decidieron construirse cada uno su propia casa para así protegerse de la lluvia, el frío y todos los peligros que allí acechaban sobre todo, de un malvado lobo que decían todos, quería comerse todos los cerditos.

El primer cerdito, al que llamaremos Tocinete, era el más pequeño de los tres. 

Tocinete hizo una casa de paja para terminar deprisa y así irse a jugar con el resto de cerditos que era lo que más deseaba en el mundo dado que era muy juguetón.

El segundo cerdito, al que llamaremos Jamoncín, era el mediano de los tres cerditos, decidió hacer una casa de madera. 

Jamoncín, sabía que si la hacía como su hermano más pequeño, Tocinete, el viento o la lluvia podría derribar la casa. Aún así, hizo la casa muy deprisa para poder reunirse con el resto de cerditos y divertirse.

A diferencia de sus dos hermanos, el tercer cerdito al que llamaremos Cochinín, era el mayor de los tres, quería que su casa resistiera todo lo que se pusiera en su camino de esa forma, no tendría por qué preocuparse cuando estuviera fuera de ella ni tampoco cuando se quedara a dormir en la casa así que, decidió hacer una casa de ladrillo que era el material más resistente que conocía.

El tiempo pasó y cada cerdito con su casa se quedó... pero...

Un buen día el lobo malvado encontró a los tres cerditos. 

Los cerditos al verlo, salieron huyendo de él y para protegerse corrieron y corrieron hasta que en la casa de paja se metieron....sí en la casa de Tocinete.

Pero el Lobo sopló....sopló y sopló.....y la casa de Tocinete derribó. 

Entonces, decidieron seguir corriendo y protegerse en la casa de Jamoncin....

Pero el Lobo golpeó...golpeó y golpeó....hasta que la casa de madera derribó.

Los 3 cerditos, ya con mucho temor, no dudaron más y para salvarse del lobo se metieron en la casa de Cochinin...

El lobo ya muy molesto los persiguió y sopló y sopló....pero nada pasó.....luego golpeó y golpeó y no se derrumbó....lo siguió intentando, pero el lobo malvado no pudo alcanzarlos, ya que la casa nunca pudo derribar...

Los 3 cerditos, tranquilos y contentos se abrazaron y cantaron sin cesar: vamos lobo vete ya, nunca nos podrás atrapar, mi casa de ladrillo fuerte es y entre los 3 nunca nos podrás vencer....


Así los 3 cerditos aprendieron una gran lección: la unión hace la fuerza y cuando las cosas se hacen con paciencia y tiempo, duran más.

Y colorín colorado....este cuento se ha terminado....

domingo, 11 de marzo de 2018

La nuez de oro


Había una vez una niña de nombre María, que tenía los cabellos negros como la noche. La hermosa María gustaba de pasear por el bosque y conversar con los animales. Cierto día, encontró en el suelo una nuez de oro.
“Un momento, niñata. Devuélveme esa nuez, pues me pertenece a mí y nadie más”. Al buscar el lugar de dónde provenía la voz, la niña descubrió un pequeño duende que agitaba sus brazos desde las ramas de un árbol.
El duendecillo vestía de gorro verde y zapatillas carmelitas y puntiagudas. Sus ojos verdes y grandes miraban a la niña fijamente mientras repetía una y otra vez: “Venga, te he dicho que me regreses esa nuez de oro que es mía, niña”.
“Te la daré si me contestas cuántos pliegues tiene esta nuez en su piel. Si fallas, la venderé y ayudaré a los niños pobres que no tienen nada que comer”, contestó la valiente niña enfrentando la mirada del duende. “Mil y un pliegues” contestó la criatura mágica frotándose las manos.
La pequeña María, no tuvo entonces más remedio que contar los pliegues en la nuez, y efectivamente, el duende no se había equivocado. Mil y una arrugas exactas, tenía aquella nuez de oro. Con lágrimas en los ojos, María la entregó al duendecillo, quien al verla tan afligida, ablandó su corazón y le dijo: “Quédatela, noble muchacha, porque no hay nada tan hermoso como ayudar a los demás”.
Y así fue como María pudo regresar a casa con la nuez de oro, alimentar a los pobres de la ciudad y proveerles de abrigos para protegerse del crudo invierno. Desde entonces, todos comenzaron a llamarle tiernamente “Nuez de Oro”, pues los niños bondadosos siempre ganan el favor y el cariño de las personas.








Cómo se hizo la lluvia



Cuentan que hace mucho, muchísimo tiempo, una gota de agua se cansó de estar en el mismo lugar, y quiso navegar por los aires como los pájaros, para conocer el mundo y visitar otras tierras.
Tanto fue el deseo de la gotica de agua, que un día le pidió al Sol que le ayudara: “Astro rey, ayúdame a elevarme hasta el cielo para conocer mejor el mundo”. Y así lo hizo el Sol. Calentó la gotica con sus rayos, hasta que poco a poco, se fue convirtiendo en un vapor de agua. Cuando se quedó como un gas, la gotica de agua se elevó al cielo lentamente.
Desde arriba, pudo ver el lugar donde vivía, incluso más allá, puedo ver otros rincones del mundo, otros mares y otras montañas. Anduvo un tiempo la gotica de agua allá en lo alto. Visitó lugares desconocidos, hizo amistades con los pájaros y de vez en cuando algún viento la ponía a danzar por todo el cielo azul.
Sin embargo, a los pocos días, la gotica comenzó a sentirse sola. A pesar de contar con la compañía de los pájaros, y la belleza de la tierra vista desde lo alto, nuestra amiga quiso que otras goticas de agua le acompañaran en su aventura, así que decidió bajar a buscarlas y compartir con ellas todo lo que había vivido.
“Viento, ayúdame a bajar del cielo para ir a buscar a mis amigas” Y el viento así lo hizo. Sopló y sopló un aire frío que congeló la gotica hasta volverse más pesada que el aire, tan pesada, que pronto comenzó a descender desde las alturas.
Al aterrizar en la tierra, lo hizo sobre un campo de trigo, donde había muchas goticas que recién despertaban hechas rocío mañanero. “Queridas amigas, acompáñenme hasta el cielo” gritó la gotica y todas estuvieron de acuerdo. Entonces, el Sol las elevó hasta lo alto donde se convirtieron en una hermosa nube, pero al pasar el tiempo, las goticas quisieron bajar nuevamente a contarles a otras goticas sobre lo que habían visto.
Y desde entonces, siempre que llueve, significa que cada gota de agua ha venido a buscar a su amiga para jugar y bailar en el cielo.



domingo, 25 de febrero de 2018

El niño que insultaba demasiado



- ¡Oh, Gran Mago! ¡Ha ocurrido una tragedia! El pequeño Manu ha robado el elixir con el hechizo Lanzapalabras.
- ¿Manu? ¡Pero si ese niño es un maleducado que insulta a todo el mundo! Esto es terrible.. ¡hay que detenerlo antes de que lo beba!
Pero ya era demasiado tarde. Manu recorría la ciudad insultado a todos solo para ver cómo sus palabras tomaban forma y sus letras se lanzaban contra quien fuera como fantasmas que, al tocarlos, los atravesaban y los transformaban en aquello que hubiera dicho Manu. Así, siguiendo el rastro de tontos, feos, idiotas, gordos y viejos, el mago y sus ayudantes no tardaron en dar con él.
- ¡Deja de hacer eso, Manu! Estás fastidiando a todo el mundo. Por favor, bebe este otro elixir para deshacer el hechizo antes de que sea tarde.
- ¡No quiero! ¡Esto es muy divertido! Y soy el único que puede hacerlo ¡ja, ja, ja, ja! ¡Tontos! ¡Lelos! ¡Calvos! ¡Viejos! - gritó haciendo una metralleta de insultos.
- Tengo una idea, maestro - digo uno de los ayudantes mientras escapaban de las palabras de Manu- podríamos dar el elixir a todo el mundo.
- ¿Estás loco? Eso sería terrible. Si estamos así y solo hay un niño insultando, ¡imagínate cómo sería si lo hiciera todo el mundo! Tengo que pensar algo.
En los siete días que el mago tardó en inventar algo, Manu llegó a convertirse en el dueño de la ciudad, donde todos le servían y obedecían por miedo. Por suerte, el mago pudo usar su magia para llegar hasta Manu durante la noche y darle unas gotas de la nueva poción mientras dormía. 
Manu se despertó dispuesto a divertirse a costa de los demás. Pero en cuanto entró el mayordomo llevando el desayuno, cientos de letras volaron hacia Manu, formando una ráfaga de palabras de las que solo distinguió “caprichoso”, “abusón” y “maleducado”. Al contacto con su piel, las letras se disolvieron, provocándole un escozor terrible.
El niño gritó, amenazó y usó terribles palabras, pero pronto comprendió que el mayordomo no había visto nada. Ni ninguno de los que surgieron nuevas ráfagas de letras ácidas dirigidas hacia él. En un solo día aquello de los hechizos de palabras pasó de ser lo más divertido a ser lo peor del mundo.
- Será culpa del mago. Mañana iré a verle para que me quite el hechizo.
Pero por más que lloró y pidió perdón, era demasiado tarde para el antídoto.
- Tendrás que aprender a vivir con tus dos hechizos: lanzapalabras y recibepensamientos. Bien usados podrían ser útiles…
Manu casi no podía salir a la calle. Se había portado tan mal con todos que, aunque no se lo dijeran por miedo, en el fondo pensaban cosas horribles de él y cuando esos pensamientos le tocaban eran como el fuego. Por eso empezó a estar siempre solo.
Un día, una niña pequeña vio su aspecto triste y sintió lástima. La pequeña pensó que le gustaría ser amiga de aquel niño y, cuando aquel pensamiento tocó la piel de Manu, en lugar de dolor le provocó una sensación muy agradable. Manu tuvo una idea.
- ¿Y si utilizara mi lanzapalabras con buenas palabras? ¿Funcionará al revés?
Y probó a decirle a la niña lo guapa y lo lista que era. Efectivamente, sus palabras volaron hacia la niña para mejorar su aspecto de forma increíble. La niña no dijo nada, pero sus agradecidos pensamientos provocaron en Manu la mejor de las sensaciones.
Emocionado, Manu recorrió las calles usando su don para ayudar y mejorar a las personas que encontraba. Así consiguió ir cambiando lo que pensaban de él, y pronto se dio cuenta de que desde el principio podría haberlo hecho así y que, si hubiera sido amable y respetuoso, todos habrían salido ganando.

Tiempo después, las pociones perdieron su efecto, pero Manu ya no cambió su forma de ser, pues era mucho mejor sentir el cariño y la amistad de todos que intentar sentirse mejor que los demás a través de insultos y desprecios.




Adios a la ley de la Selva (Parte 3): El Mono





A Mono no le caía muy simpático. Solo era un ratón egoísta, solitario y gritón. Pero aún así no se merecía lo mal que lo trataban. Y se sentía fatal por no hacer nada para impedirlo y quedarse solo mirando. Pero, ¿qué podía hacer él, un simple mono, frente a aquellos leones brutos y crueles?
Igual nunca hubiera hecho nada si no hubiera llegado a oír aquella conversación entre dos leones bajo el árbol en que descansaba. Allí fue donde el antiguo rey de la selva, muy malherido por un combate perdido, contó a un joven león que todo era parte de una estrategia para mostrar a los demás su fuerza y su poder, y que por eso siempre atacaba a animalillos miedosos y solitarios a los que nadie saldría a defender.Dijo también que lo hacía delante de otros para contagiarles el miedo y convertirlos en sus cómplices, pues nunca se atreverían a reconocer que habían estado allí si no habían hecho nada para impedirlo.
Mono se revolvió de rabia en su árbol, porque él podría ser muchas cosas, pero nunca cómplice de aquellos malvados. Así que ese día decidió que haría cuanto pudiera para acabar con el reinado del terror. Por supuesto, no pensaba pegarse con ningún león: tendría que usar su inteligencia.
Lo primero que pensó para ponérselo difícil al león fue evitar que hubiera en la selva animalillos solitarios, así que buscó la forma de hacerse amigo del ratón. Le costó un poco, porque era un tipo huraño y poco hablador, pero encontró la excusa perfecta cuando escondió unos plátanos entre unas piedras a las luego no podía llegar.El ratón tenía el tamaño perfecto y accedió a ayudarle, y luego el mono pudo darle las gracias de mil maneras. De esta forma descubrió Mono que el ratón no era un tipo tan raro, y que solo necesitaba un poco de tiempo para hacer amigos. Pero una vez que fueron amigos, el ratón resultó tener un montón de habilidades y Mono no dudó en ayudarle a unirse a su grupo de amigos.
Lo segundo era vencer el miedo del ratón, así que inventó un entrenamiento para él. Comenzó por mostrarle dibujos de leones y tigres. El pobre ratón temblaba solo con verlos, pero con el tiempo fue capaz de permanecer tranquilo ante ellos. Luego fueron a ver a animales grandes pero tranquilos, como las jirafas y los hipopótamos.Cuando el ratón fue capaz de hablar con ellos e incluso subirse a sus cabezas, el mono aumentó la dificultad, y así siguieron hasta que el ratón fue lo suficientemente valiente como para acercarse a un león dormido y quedarse quieto ante él.
Por último, decidió unirse a todos los animales a quienes sabía que no les gustaba lo que hacían los leones con el ratón ni con los demás. Estos se sintieron aliviados de poder hablar de los abusos del león con otros que pensaban lo mismo. Al final, llegaron a ser tantos, y a estar tan enfadados, que una noche se unieron para castigar al rey del selva, y con la ayuda de algunos animales grandes consiguieron encerrarlo en una gran jaula mientras dormía profundamente.
Pensaba el mono que allí se acabaría todo, pero al anterior rey de la selva le sucedió un tigre aún más fuerte y cruel, que no tardó en ir a por el ratón. Este caminaba con su nuevo grupo de amigos y el tigre lo separó de ellos con muy malas maneras. A punto estuvieron de lanzarse a defender al ratón, pero aún no eran tan valientes, y se quedaron allí protestando en voz baja y poniendo mala cara.
De pronto, un joven león, que había visto lo sucedido, pensó que podría ganarse la simpatía y el respeto de aquel grupo de animales saliendo en defensa del ratón, y pidió educadamente al tigre que lo dejara tranquilo. Como el tigre no quería meterse en una pelea peligrosa, y el león no le había desafiado directamente, decidió irse de allí viendo el poco apoyo que tenía atacando a un ratón con tantos amigos. 
La aparición del león le dio a Mono una gran idea, y desde aquel día Mono no hizo otra cosa que hablar a todo el mundo de la suerte que habían tenido de encontrar un león protector, y pidió al león que les ayudara a acabar con cualquier pelea. Al león le encantó aquel papel, pues Mono y su grupo de amigos le respetaban y admiraban. Además, hablaban tanto de su amabilidad y valentía a todo el mundo, que su fama se extendió y empezaron a acudir animales de todas partes para vivir en aquella selva segura en la que ya no había ataques.
Pero al tigre no le gustó nada todo aquello, y un día decidió atacar directamente al león delante de todos. El tigre era mucho más fuerte, así que el joven león tendría pocas opciones. Entonces Mono se dio cuenta de que le había llegado la hora de ser valiente, y decidió salir en defensa de su amigo el león protector.
Todos debían estar pensando lo mismo, porque en cuanto Mono dio el primer salto, los demás animales también se abalanzaron sobre el tigre, haciéndole huir humillado y dolorido. Instantes después Mono y sus amigos proclamaban al joven león como nuevo rey de aquella selva en la que habían acabado para siempre los abusos y el miedo.

Y cuando años más tarde alguno se preguntaba cómo había podido ocurrir algo así, aunque nadie sabía exactamente la respuesta, todos sabían que un sencillo mono que al principio solo miraba había tenido mucho que ver.




Pinocho

En una vieja carpinteria, Geppetto, un hombre ya anciano muy amable se encontraba terminando un  muñeco de madera.  Le arreglaba los ú...