domingo, 21 de enero de 2018

Cuentos de Amor

sábado, 20 de enero de 2018

Angelillo Desastrillo

Angelillo  “Desastrillo”  vivía en el REINO de los REINOS
que es el REINO de los CIELOS
Era un ángel singular y diferente pero muy buena  gente
Angelillo  desastrillo era un poco torpecillo,
Se chocaba con las nubes negras
y…… ocasionaba  tormentas
Pero como  era tan  bueno, tan rebueno
y le cantaba a las estrellas
DIOS estas pequeñas cosas  no  se las tenía en  cuenta
Tenía un corazón muy tierno y  grandón,
En el REINO lo querían un montón
Angelillo “Desastrillo”  jugando  estaba  un partido,
Aunque  a él  se le da fatal, a sus amigos les daba igual,
¡Corre que te  corre angelillo con la pelota ¡
¡Va por el campo volando  y  se  dio en la cocorota!
Hasta  se le cruzaron las piernas y se cayó  de boca ¡
¡Pobrecito el angelillo! ¡Que tortazo que te has  dao!
Dijo  JESUS mientras lo curaba….     ¡Traerme  el agua oxigenada!
¡Ay!   ¡Que  desatino  Angelillo ¡  ¡Ahora tendrás que llevar en el brazo  un cabestrillo ¡ y en la pierna un torniquete….
Lo abrazo amorosamente y le dijo  sonriente
! No  te preocupes  valiente te curaras divinamente……!
..Mientras él sonreía y decía: esto me pasa   por  ser tan zoquete
¡Tu no eres zoquete ¡contesto MARÍA  algo despistadillo ….Si , un poquillo desastrillo … …          . ¡Para   que vamos a engañarnos  Angelillo!
Pero…… ¿tener  tu    GRAN  CORAZON no es mas hermoso?
Tú  que  a la  luna besas con sonetos…….
Enciendes  a  las estrellas  con abrazos …..
¡Que le cantas al sol!
¡Lo acaricias con poesía para que de alegría……….!
¡ESO ES LO MARAVILLOSO!……
¡LA PERFECCION DE TU ALMA ES  LO MÁS VALIOSO!
Dicen en el REINO que  “Angelillo  desastrillo”
Cuando  baja  a la tierra
a los niños observa    y……………
Mientras  por las  noches sueñan
Las matemáticas enseña
Y  el abecedario…que es necesario
Pero también  les hace aprender
¡Que la mejor asignatura  es la   de …. QUERER!

Para llamar a la Luna

Para llamar a la Luna no se necesita ser científico,ni hechicero,ni loco, ni malo, ni bueno.
Sólo debes ser tú mismo y llamarla con todas tus ganas, y verás que te seguirá de la noche a la mañana.
Tal véz pienses que con el primer rayo del alba ella te olvide y se vaya; pero la Luna no es así.
La Luna es como tú y como yo, juguetona, caprichosa, berrinchuda ¡ah! Pero éso sí,amiga fiel en las buenas y en las malas.
Llámala ésta noche y verás como llega corriendo hasta tu ventana para arrullarte cada madrugada, verás cómo su luz es capaz de ahuyentar monstruos de debajo de la cama,duendes y sombras tercos y tramposos que se esconden cuando a mamá llamas.
Llámala de día y, si en el cielo no la vez aparecer, entonces mira alrededor pues talvéz te esté guiñando un ojo desde el plato de leche de un gato orgulloso,o quizá esté hecha garabato entre dibujos y borrones o en aquellas hojas hechas girones.
Para llamar a la Luna no hace falta dinero, ni aparatos extraños o complejos; basta con que la llames cualquier noche de abril u octubre o cuando sea que la necesites y ella gustosa tomará tus manos, las llenará de luz de estrellas, de soles ¡en fín! De todo cuanto ella ve a sus alrededores y te contará en sueños historias de los siete mares, leyendas del otro lado de la tierra, te dirá de los tesoros enterrados en lejanas arenas.
Sabrás las canciones más hermosas que el viento le ha cantado a las nubes y a las rosas; te relatará de sus amigos los unicornios y del valle encantado que habitan en un sol muy lejano.
Si llamas a la Luna será por siempre tu fiel compañera y te darás cuenta cómo cada noche la hallarás en puntual espera, con su tenue luz encendida por si la noche miedo te diera ; porque la Luna es como tú y como yo, curiosa, aventurera, valiente y traviesa, gentil princesa que busca en tu cabeza  un escondite que sólo tú y ella conozcan, donde ambos puedan soñar sin que nadie les diga que volar no es posible o que las estrellas no se pueden ni se deben alcanzar.
La Luna sabe que éso es mentira, que si la llamas y se hacen amigos no habrá para tí camino cerrado o cielo que no puedas surcar; porque al llamar a la Luna ésta será tuya y nadie te la podrá quitar.

sábado, 13 de enero de 2018

El alocado segundo día del mundo

Hace mucho, mucho tiempo, nada más terminar de crear el mundo, Dios decidió tomarse un día de vacaciones. Como los animales estaban recién hechos y aún no sabían qué tenían que hacer, no se les podía dejar solos, así que Dios buscó un angelito que pudiera cuidarlos. Aunque era un poco desastre, el angelito Perico tenía tantas ganas de estar con los animales, e insistió tanto, que Dios decidió encargarle el trabajo.
- Asegúrate de que se vayan a dormir antes de que anochezca, y de que estén despiertos al amanecer ¡No podemos dejar la tierra vacía! -fue el único consejo.
El angelito Perico, lleno de alegría, bajó a la tierra y se puso a jugar con los animales durante todo el día. Tan contento estaba, que ya casi era de noche cuando recordó que tenía que acostar a los animales.
- Venga chicos, ¡deprisa! Todos a dormir.
- ¿Y dónde dejamos nuestras piezas? -preguntaron. Y es que llevaban tan poquito tiempo con ellas que aún no se habían acostumbrado a dormir con orejas, picos, rabos, garras, hocicos o patas, y se los quitaban para ir a la cama.
- Pufff… no sé… bueno, dejadlo todo ahí junto en un montón. Venga, deprisa, que se hace de noche - respondió impaciente el angelito Perico.
Justo antes de que se apagara el último rayo de sol, todos los animales estaban acostados. 
- Uy, qué poquito ha faltado. De buena me he librado- pensó el angelito, y se fue a dormir, completamente agotado.
Estaba a punto de amanecer cuando se despertó. Deprisa y corriendo fue a despertar a los animales.
- Vamos, ¡arriba! Tenéis que poneros vuestras piezas y estar despiertos antes de que sea de día.
Los animales, adormilados, se fueron acercando a la gran montaña de orejas, dientes y patas para vestirse. Pero todo estaba tan liado, y tenían tanta prisa,que no había forma de que cada uno encontrara lo suyo, y cada animal tomó lo que pudo y se lo puso rápidamente. Otra vez acabaron justo a tiempo y el angelito Perico, aliviado, se fue a desayunar.
Aún no había terminado cuando apareció llorando un conejito. Se quejaba de que le habían dado tres mordiscos en poquísimo tiempo.
- ¿Y por qué no sales corriendo antes de que te ataquen? - le dijo el angelito- ¿No tenéis los conejos unas grandes orejas para oír a vuestros enemigos antes de que se acerquen?
- ¿Esto te parece grande? - dijo el conejito señalando sus minúsculas orejitas de rana
- ¿Y por qué llevas unas orejas que no son las tuyas?
- ¡Porque esta mañana no había quien encontrara nada en ese enorme montón de piezas! - interrumpió un cocodrilo furioso -. Yo he tenido que ponerme estos dientes de castor y ahora todos se ríen de mí porque no puedo cerrar la boca.
- No te quejes -dijo un terrible león - más risa dan mis patitas de pingüino
Y así siguieron llegando animales con miles de problemas: un mono con trompa, un erizo con plumas, un pájaro con caparazón de tortuga…
Entonces el angelito se dio cuenta de que no había sido buena idea hacer las cosas con tan poco tiempo, ni dejarlo todo amontonado. Y, reuniendo a los animales, les propuso una solución:
- A partir de ahora dejaremos de jugar media hora antes para que cada animal pueda irse a un sitio distinto y allí tenga tiempo de colocar bien sus piezas. Y, en vez de dejar todas las piezas juntas, las separaremos en grupos pequeños: picos con picos, orejas con orejas, garras con garras, y así con todo.
Aquella tarde, media hora antes de anochecer, los animales se separaron y cada uno buscó el sitio que más le gustó. Los peces se fueron al mar, los pájaros a los árboles, los animales salvajes a la selva, los pingüinos al polo… y dejaron sus piezas en montoncitos tan pequeños y ordenados que al día siguiente no tardaron nada en encontrarlas y vestirse con ellas. Cuando al amanecer regresó Dios, todo estaba perfecto.
- ¿Qué tal ha ido todo, Perico? ¿Algún problema?
El angelito Perico, que aunque era un poco desastre también era muy sincero, juntó todo su valor para contarle a Dios lo que había pasado y el lío que había montado. Pero resultó que a Dios le encantó la solución de su angelito, y que cada animal estuviera en un sitio diferente y especial. Tanto le gustó el nuevo orden que tenía todo, que decidió regalar a Perico y los demás angelitos una pieza de su animal favorito. 

Y así fue cómo el angelito Perico, gran amigo de los pájaros, consiguió las más preciosas alas para todos los ángeles del mundo.

El concurso que no había forma de perder




En un antiguo reino debían elegir nuevos reyes siguiendo la tradición. Cada pareja de jóvenes cultivaría durante un año el mayor jardín de amor a partir de un única semilla mágica. No se trataba solo de un concurso, pues de aquel jardín surgirían toda la magia y la fortuna de su reinado.



Hacer brotar una única flor ya era algo muy difícil; los jóvenes debían estar verdaderamente enamorados y poner mucho tiempo y dedicación. Las flores de amor crecían rápido, pero también podían perderse en un descuido. Sin embargo, en aquella ocasión, desde el primer momento una pareja destacó por lo rápido que crecía su jardín, y el aroma de sus mágicas flores inundó todo el valle.



Milo y Nika, a pesar de ser unos sencillos granjeros, eran el orgullo de todos. Guapos, alegres, trabajadores y muy enamorados, nadie dudaba de que serían unos reyes excelentes. Tanto, que comenzaron a tratarlos como si ya lo fueran.



Entonces Milo descubrió en los ojos de Nika que ese trato tan majestuoso no le gustaba nada. Sabía que la joven no le pediría que renunciara a ser rey, pero él prefería la felicidad de Nika, y resolvió salir cada noche en secreto para cortar algunas flores. Así reduciría el tamaño del jardín y terminarían perdiendo el concurso. Lo hizo varias noches pero, como apenas se notaba, cada noche tenía que comenzar más temprano y cortar más rápido.



La noche antes de cumplirse el plazo Milo salió temprano, decidido a cortar todas las flores. Pero no pudo hacerlo. Cuando llevaba poco más de la mitad descubrió que alguien más estaba cortando sus flores. Al acercarse descubrió que era Nika, quien llevaba días haciendo lo mismo, sabiendo que Milo sería más feliz con una vida más sencilla. Se abrazaron largamente, y juntos terminaron de cortar las flores restantes, renunciando a ser reyes para siempre. Con la última flor, Milo adornó el pelo de Nika. Casi amanecía cuando, agotados pero felices, se quedaron dormidos, abrazados en medio de su deshecho jardín.


Despertaron entre los gritos y aplausos de la gente, rodeados del jardín más grande que habían visto jamás, surgido cuando aquella última flor rozó el suelo, porque nada hacía florecer con más fuerza aquellas flores mágicas que el amor generoso y sacrificado. Y, aunque no consiguieron renunciar al trono, sí pudieron llevar una vida sencilla y tranquila, pues la abundancia de flores mágicas hizo del suyo el reinado más próspero y feliz.

La Princesa de Fuego



Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:


Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.


El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante. 


Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".

Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.

sábado, 6 de enero de 2018

El alcalde y la noche de Reyes


En un lindo pueblecito de un lindo país, llegaba a Navidad cargada de ilusión. Pero al nuevo alcalde, egoísta y gruñón, no le gustaba nada la Navidad y estaba dispuesto a fastidiar las fiestas a todos. Reunió a todo el pueblo en la puerta del ayuntamiento y desde el balcón proclamó la no existencia de los Reyes Magos.
¡¡Oooooohhhh!! exclamaron. Muchos se preguntaron el porqué de esa fatal noticia. El nuevo Alcalde expuso sus motivos: que nadie jamás los había visto, que era absurdo que tres camellos no hicieran ruido alguno y que si alguien tenía alguna prueba de su existencia debía aportarla.
 Manuelito dio un paso adelante y explicó que los Reyes siempre se bebían el licor y comían de los dulces que los niños les dejaban. Además los camellos se bebían toda el agua y dejaban huellas en la hierba. Todos los demás aldeanos asintieron con la cabeza murmurando.
 - ¡Tonterías que no se pueden probar!, dijo el Alcalde entre dientes. ¡Seguro que son los ratones los que se comen los dulces! ¡Desde hoy no se celebrará más el día de Reyes!
 Los niños hicieron un corrillo en el centro de la multitud y después de hablar durante unos minutos, Manuelito se dirigió al alcalde:
- Hemos decidido proponer a todo el mundo una idea para probar la existencia de los Reyes Magos. Consiste en que la noche de Reyes, antes de que caiga el sol, todos nos reunamos en la entrada del pueblo y nos ocultemos bien para poder ver llegar a los Reyes Magos.
 Y así lo hicieron todos, incluido el Alcalde gruñón. Se escondieron en los árboles, detrás de las rocas, entre los arbustos, tras las ventanas y hasta entre las ovejas dormidas del rebaño. Ya estaba entrada la noche cuando una extraña niebla blanca los envolvió y todos se quedaron dormidos. Cuando despertaron al amanecer el alcalde empezó a decir:
 - ¿Veis como no hemos visto nada? ¡Es todo una patraña!
 Pero uno de los niños dijo:
- ¡No os mováis! ¡Allí, en el camino del bosque, se ve algo!
 Efectivamente, en el camino que salía del pueblo se veían tres camellos que se movían lentamente cargados de fardos y tres figuras vestidas con capas y coronas de oro que se despedían con las manos de los aldeanos. Todos los habitantes sin excepción podían verlos porque todos creían en ellos con el corazón. Todos menos el alcalde malhumorado que no veía absolutamente nada de nada. Manuelito se acercó a él y le dijo:
- ¡Nunca los verás porque no los miras con los ojos del niño que un día fuiste!
 El alcalde se entristeció mucho y se acordó de pronto de aquellos años en los que, de niño, esperaba paciente despierto para poder ver a los Reyes y siempre se quedaba dormido. Entonces creyó recordar que sí que los vio una vez, en un sueño maravilloso que había olvidado por completo. Corrió al camino y abrió los ojos de par en par ilusionado.
 - ¡Los veo! ¡Los estoy viendo! ¡Los Reyes existen! ¡Qué equivocado estaba!
 Todos rieron de felicidad y se acercaron al alcalde, le abrazaron y volvieron juntos a sus casas para abrir sus regalos. Como siempre ha sido pasaron unas navidades estupendas, incluido el alcalde gruñón que recibió como regalo un impresionante camello, ¡de juguete, claro!

La noche de Reyes


Los tres reyes magos llegaron a casa muy, muy tarde, casi de día.
La noche había sido muy larga y sus pies estaban doloridos. Se quitaron sus lujosas vestimentas y tras, lavarse los dientes, se pusieron los pijamas rápidamente para que no les cogiera el frío.
Los tres Magos dormían juntos en una habitación muy especial de tres camas. Melchor fue el primero que se metió en la cama, después fue Gaspar, con su pijama de rayas, y por último Baltasar.
Melchor apagó la luz y, en la oscuridad de la noche y con voz muy seria y grave, les susurró a sus hermanos:
- Recordad: aunque oigáis ruidos, no se os ocurra levantaros…
Cuando el sol de la mañana les despertó, Baltasar pegó un salto de su cama y corrió a despertar a los otros dos Magos. La habitación estaba llena de sonrisas de agradecimiento de todos los niños del mundo envueltas en papel de colores.
Los tres Magos se pasaron el día abriendo cada una de las sonrisas y dando gracias por ser tan afortunados. Ellos sabían que el mejor regalo nunca se compra con dinero.

Cada uno a su trabajo


- Mamá, ¿por qué todos los años llega Papá Noel al principio de las Navidades y los Reyes Magos siempre tienen que venir al final?, preguntó Diego.
- ¡Es verdad, no es justo!, dijo Paula. Los niños podemos jugar con los juguetes que trae Papá Noel durante todas las Navidades. En cambio, con los de los Reyes sólo jugamos un par de días… ¡y al colegio!
- Pues no lo sé, pero seguro que tendrá su razón de ser, contestó su mamá -. Y ahora, a la cama.
Pero esa noche una fuerte luz les despertó. Abrieron la ventana y vieron la Estrella de Navidad que les sonreía.
- ¡Subid a mi cola! Voy a llevaros a dar un paseo a unas Navidades diferentes. Papá Noel y los Reyes Magos os han escuchado y se están peleando porque piensan que tenéis razón: los Reyes dicen que Papá Noel es un enchufado y se han negado a repartir los regalos este año si no llegan ellos los primeros. ¡Vais a ver lo que va a pasar!
Y Diego y Paula cogieron sus abrigos, guantes, gorros y bufandas y se subieron emocionados a la cola de la Estrella. Y se elevaron en el cielo, volando deprisa, deprisa…tan deprisa que sólo veían borrosas luces de colores pasar a su lado… hasta que la Estrella frenó, y se dieron cuenta de que estaban volando lentamente sobre su ciudad y de que era Nochebuena.
- ¡Mira, mira! ¡Son los Reyes!, gritó Diego. Pero, ¿qué hacen dando vueltas y más vueltas?
- Es que se han perdido, contestó la Estrella. Se han puesto en marcha demasiado pronto, y a mí no me ha dado tiempo de llegar hasta Oriente para guiarles. Además, los pastores todavía no han llegado a adorar al Niño, y no saben indicarles el camino. ¡Ni siquiera Herodes se había enterado de que ya había nacido Jesús! Y para colmo de males no han tenido tiempo para encontrar oro, incienso ni mirra. ¡Vaya disgusto que se va a llevar Jesús!
- ¿Y los regalos de los niños?, preguntó Diego.
- Pues no van a llegar a tiempo para repartirlos. Y la mitad se habrán caído por el camino, porque los camellos vienen enfadados.
- Claro, pensó Paula, nadie les habrá preparado agua y pienso, ¡como nadie sabía que venían tan pronto!
- Pero venid, agarraos fuerte, que nos vamos a la noche del 5 de Enero, les avisó la Estrella.
Y cuando salieron del torbellino de luces…¡se echaron a reír, porque estaban presenciando un espectáculo de los más divertido! Era Papá Noel, que intentaba entrar en una chimenea pero no pasaba de la cintura e, intentando entrar cabeza abajo, ¡se quedó atrapado mientras sus pies pataleaban fuera! ¡Hasta los renos se morían de la risa!
- ¡Pero si Papá Noel está gordísimo! ¿Qué le ha pasado?, preguntó Paula, asombrada.
- Pues que ha tenido tanto tiempo libre en estas fiestas que se ha puesto morado de turrones, mazapanes y peladillas…y ha engordado tanto que ahora no cabe por las chimeneas. Así que me parece que los niños también se quedan sin regalos esta noche.
- Uuuyyyy…, dijo Diego, que me parece que cada uno estaba mejor trabajando la noche que le tocaba.
- Pues sí, dijo Paula. Porque saben hacer cada uno su trabajo fenomenal, pero si se lo intercambian todo resulta ser un desastre.
Y cuando su madre fue a despertarlos a la mañana siguiente, le gritaron: “¡Mami, mami, Papá Noel sólo puede venir en Nochebuena, y los Reyes Magos en la noche de Reyes. ¡No puede ser al revés!”
- ¿Lo veis? Hay un trabajo que cada persona puede hacer mil veces mejor que nadie, y debe hacerlo bien y disfrutar, sin tener envidia de los demás… ¡ni siquiera de Papá Noel o de los Reyes Magos!

Pinocho

En una vieja carpinteria, Geppetto, un hombre ya anciano muy amable se encontraba terminando un  muñeco de madera.  Le arreglaba los ú...